lunes, 27 de junio de 2011

promesas rotas en un día de verano.

Ella iba caminando por aquel lugar con la cabeza perdida entre sus pensamientos. Sabía que no estaba bien, la estaba cagando. No habían ido a ese lugar precisamente a dar un paseo y, joder, sentía que algo estaba a punto de pasar, solos, en aquel pequeño claro entre la maleza.

Solos.

Esa palabra resonaba en su divagante cabecita una y otra vez, con desagradable fuerza. Debía dar media vuelta e irse, huir antes de que las hormonas terminaran por joderlo todo, pero con él a su lado se sentía tan… Evadida del mundo, por así decirlo. No mencionaría más cursilerías, prefería pensar en otra cosa.
Pero, era muy difícil pensar en otra cosa con su cuerpo sobre el suyo. ¿Cómo habían pasado de una simple conversación subida de tono a…eso? Primero, había sido quitarle el chicle con un beso de esos robados en los que era especialista. Las lenguas peleándose en una batalla que ya tenía ganador… ¡ÉL!
Entonces, no había hablado en broma cuando decía que la iba a violar. Otra vez, su divague constante le había jugado una mala pasada y, llegados a ese punto, no tenía ninguna oportunidad de volver atrás.

Sólo le quedaba dejarse llevar.
Trataba de no contorsionarse mucho y en realidad era difícil. Si bien no era la primera vez que se encontraba en “situaciones-de-ese-tipo”, si era la primera en que, estaba segura, llegaría a algo más allá de un simple faje haciéndose pasar por juego de niños.
La lengua del muchacho siguió bajando por su piel ahora desnuda, a la vez que compartían ciertas miradas. Las de ella eran de preocupación, las de él, de estar más que entretenido mientras jugaba con su cuerpo. Soltó un suspiro reprimido por el miedo cuando sintió sus dientes clavarse en su pecho… No precisamente en su corazón. Como
si fuera un bebé hambriento, los dientes del chico se clavaron en su pecho.

-Pero tú también puedes tocar.
Esa frase. Se quedó medio paralizada cuando, sin que ella hiciera nada para evitarlo, él bajó su cremallera, dejándole palpar con las manos lo que probablemente iba a sentir pronto en otra parte se su anatomía. Tragó saliva, ¿y ahora?
Miró levemente hacia arriba, encontrándose de frente con el miembro completamente erecto del chico. Sin saber qué demonios estaba haciendo, tomó esa…cosa, frotándola de manera arrítmica. No debía estar haciéndolo tan mal, tomando en cuenta que el muchacho no dejaba de jadear. O quizá era la desesperación. Le daba igual. El chico se bajó los pantalones, y automáticamente comenzó la primera felación “seria” de su vida.
O el sabor no era tan desagradable, o ella era una puta enferma con gustos igualmente enfermos.

-¿Puede ser en tu boca?
Ella asintió. Y el sabor de su corrida no fue tan malo como habría pensado, de hecho, ni tan amargo tampoco. Se tragó hasta la última gota, para sorpresa del muchacho.
-¿Te lo tragaste?
Volvió a asentir; era como que… obvio.
Ahora era su hora de que le bajaran los pantalones. Por suerte, su ropa interior no era tan desastrosa como en otras ocasiones; sin embargo, poco importaba. Pronto estuvo abajo, y la boca del chico, entre sus piernas.

Había olvidado lo placentero que era aquello.
Delicioso.

No quería que parara, de hecho, podría quedarse así toda la tarde, pero él tenía otras intenciones. Unas que incluían un par de pantalones bajados y una penetración repentina.

Tengo miedo a quedar embarazada.
Él puso cara de “qué miedo más estúpido”, sin embargo, seguía besándola.
Eso no pasará.

Y como había pasado en todo el mes que llevaba conociéndolo, le hizo caso y se dejó llevar. Aunque, mierda, dolía más de lo que hubiese esperado, le gustaba ese dolor. ¿Acaso era masoquista? Entonces todas las adolescentes eran masoquistas, porque, mierda, aquello se sentía genial. Él mordió sus labios, más fuerte que nunca, y sintió que una lágrima random rodaba por su mejilla, aunque, probablemente fuese su imaginación.
Una pregunta, ella asintió de nuevo.

Se subieron los pantalones y se sacudieron la ropa. Estaban llenos de tierra, pero, al menos ella, satisfecha. De cierto modo…
-¿Qué me querías decir?
A la chica le costó responder, así que se mordió el labio.
-La…tienes…grande.
Ambos se quedaron mirando y él rió entre dientes.
-Eso suena TAN hentai.

Ella no se podía reír. Tenía un mal presentimiento.
Lo acompañó hasta la pequeña parada, prácticamente en silencio, ya que no tenía ganas de decirle nada, o al menos, no podía decirle nada sin que se resquebrajara su moral de “nada-de-cursilerías”.
-¿Volverás, no?
-Ajá.

Antes de subirse en el autobús, él le dio un pico corto.

Promesas rotas en un día de verano. (8)
Digo…fin.





esto es un escrito mío que publiqué sin permiso
sorry Joey pero es mi blog y posteo lo que se me dé la gana, ok?

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las gente hermosa que hace de mis entradas algo con sentido.